Con la llegada del frío al hemisferio norte, parece que se van las ganas de entrenar, o por lo menos de realizarlo con la frecuencia marcada. Aunque en otros artículos nos hemos centrado en esta variable, ahora toca resaltar la importancia del entrenamiento de fuerza en condiciones un tanto más incómodas, como puede ser la llegada del invierno septentrional.
Menos horas de luz, bajas temperaturas, comidas más copiosas… Todos los ingredientes para alimentar cierta pereza a la hora de preparar la bolsa e ir al gimnasio, o simplemente coger tus mancuernas, cintas, o material del que dispongas en casa y ponerte a entrenar. También empieza a coger forma ese pensamiento de: “a ver si me voy a resfriar o a coger frío…”
Nada más lejos de la realidad. Son muchos los efectos del entrenamiento de fuerza que demuestran que mejora tu estado de salud. Ya no es porque el músculo sea uno de los órganos endocrinos más importantes del cuerpo, que también, sino porque provoca una serie de cambios fisiológicos que ayudan a tu sistema inmune en su labor de defender a tu cuerpo de agentes externos.

Ya solo el simple hecho de que la temperatura corporal se eleve durante la realización de ejercicio modifica el campo de cultivo donde podrían desarrollarse algunas bacterias, impidiendo su crecimiento. Esto ya aumenta la probabilidad de afrontar mejor una infección.
El ejercicio provoca cambios en los anticuerpos y los leucocitos. Estos son las células de tu sistema inmune que combaten enfermedades mediante tus anticuerpos. Proteínas que neutralizan a agentes externos y bacterias. Con el entrenamiento de fuerza se optimiza la circulación en sangre de estos glóbulos blancos, y como consecuencia, podrías atajar antes los posibles efectos patológicos de alguna de las enfermedades involucradas, que tienen al sedentarismo como principal causa.
Otro efecto positivo en el cuerpo, siempre y cuando se solape con una alimentación adecuada, es la eliminación de ácidos grasos. Está sobradamente comprobado que niveles altos de grasa corporal, tanto subcutánea

como visceral, se relacionan con peores respuestas ante una situación patológica determinada. El entrenamiento de fuerza inhibe los mecanismos de síntesis de grasa a la par que moviliza grasa mediante la adrenalina a través de una cascada de amplificación que magnifica el efecto.
Uno de estos efectos más importantes del entrenamiento de fuerza a nivel fisiológico es la intervención de este sobre los niveles de insulina. Se vuelven más sensibles. La sensibilidad a la insulina se prolonga mediante el elevado nivel de vaciado que tiene lugar en el entrenamiento de fuerza a una cierta intensidad, en comparación con el simple aumento de la sensibilidad inmediatamente después de un ejercicio moderado o de los denominados “aeróbicos”.
Por Julio Soguero
Entrenador Personal